Actualmente, es muy común encontrarnos en las organizaciones con personas que ocupan posiciones de liderazgo gracias a un dominio excepcional de competencias técnicas que facilitan la obtención de resultados positivos y altamente rentables para las empresas en las que se encuentran.
Sin embargo, es también notorio el “abandono” que de pronto se tiene hacia el liderazgo per se y a la parte humana de la organización y es que algunos directivos o empresarios, suelen pensar “Si nos va bien en resultados numéricos, estamos del otro lado pues lo que hace vivir a la empresa son los dividendos”. Este es el pensamiento que desafortunadamente ha permeado en los últimos años y con ello, se ha generado una falta de preparación en términos de cualidades o competencias básicas de liderazgo, haciendo así que en las empresas se sienta un clima “mecánico vs humano”.
¿Quién no ha caído en una situación parecida? Muchos piensan “de comunicación y buen ambiente no vivimos”; quizás tengan razón en cierto sentido, pero la pregunta es ¿Cómo garantizan los resultados si su líder no transmite adecuadamente los mensajes, no se asegura que su gente se sienta inspirada para afrontar las situaciones, no toma decisiones asertivas? ¿Cómo lo hacen?
La respuesta acá es pensar en un liderazgo o en un líder integral, es decir, que destaque su potencial técnico que es importante, pero que, de igual manera, sea capaz de permear todo su potencial como líder y con su ejemplo ejerza una influencia real y comprometida con su equipo de trabajo.
Ser líder no es algo que se da de manera natural sólo con poseer el título; sin embargo, las empresas tienen la falsa creencia de que, al postular a alguien a una posición de liderazgo, automáticamente se le despiertan o activan competencias como acompañamiento, escucha, el arte de enseñar y formar a otros, coachear a su equipo, entre otras. Evidentemente es imperativo invertir tiempo y esfuerzo para que los líderes aprendan y desarrollen diversas competencias que hoy por hoy son conocidas como “Soft skills” en el mundo empresarial.
Algunas de ellas son:
1. Comunicación efectiva: los líderes deben aprender a comunicarse de manera asertiva con sus equipos y otros departamentos, es decir, mostrar habilidades de escucha, retroalimentación y transmisión de información de manera clara y comprensible.
2. Motivación y desarrollo del equipo: debe buscar inspirar a su gente; motivarlos e identificar el potencial de sus equipos para brindar las oportunidades necesarias de crecimiento.
3. Resolución de conflictos: estos líderes deben ser capaces de gestionar los conflictos que vayan surgiendo, promover soluciones constructivas y favoreciendo el manejo adecuado de las relaciones.
4. Negociación: el líder debe tener la capacidad de buscar alternativas que generen situaciones de ganancia para su equipo o la empresa en sí, teniendo también en consideración las posibles consecuencias de una mala negociación ¿Qué tan viable es equivocarse en esta negociación? ¿Qué perdería mi equipo, mi empresa?
5. Toma de decisiones: deben aprender a tomar decisiones informadas y confiables que beneficien a la organización y al equipo.
Este cúmulo de habilidades permitirá que, en conjunto con las competencias técnicas del líder, se tengan equipos mucho más preparados y organizaciones exitosas en las actividades que emprendan. Las generaciones actuales no se conforman con un liderazgo técnico que les diga qué y cómo hacer, para ellos es importante contar con el cuidado y procuración necesaria como seres humanos; es decir, que tanto el líder como la organización, dimensionen la importancia debida a su crecimiento, aprendizaje, emociones y estabilidad. Ante esta tendencia, es necesario considerar que, al invertir en el desarrollo de nuestros líderes, todo lo anterior se verá permeado en el futuro y éxito de nuestras empresas.
